La Iglesia Católica afirma que sus sacerdotes tienen poderes extraordinarios. Según Roma, estos poderes son comunicados por medio de los sacramentos de la Iglesia. En resumen, la Iglesia Católica afirma que por medio del bautismo, el sacerdote regenera el alma de los hombres.
El bautismo, puerta de los sacramentos, cuya recepción de hecho o al menos de deseo es necesaria para la salvación, por el cual los hombres son liberados de los pecados, reengendrados como hijos de Dios e incorporados a la Iglesia, quedando configurados con Cristo por el carácter indeleble, se confiere válidamente sólo mediante la ablución con agua verdadera acompañada de la debida forma verbal. (Código de Derecho Canónico, Canon 849)
Richard Bennett durante un servicio de ordenación
Luego mediante la unción con el aceite del crisma los jóvenes y los adultos supuestamente son llenos del Espíritu Santo por el sacramento de la confirmación.
La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociarnos todavía más a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra acompañada de las obras. (Catecismo, Párrafo 1316)
Luego mediante las palabras “Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, pronunciadas en el confesionario, se supone que el Sacerdote perdona los pecados.
El que quiere obtener la reconciliación con Dios y con la Iglesia debe confesar al sacerdote todos los pecados graves que no ha confesado aún y de los que se
acuerda tras examinar cuidadosamente su conciencia. Sin ser necesaria, de suyo, la confesión de las faltas veniales está recomendada vivamente por la Iglesia. (Catecismo Párrafo 1493.)
Luego con las cuatro palabras “Este es mi cuerpo” pronunciadas en el altar durante la Misa, ellos afirman que el Sacerdote transforma el pan en el cuerpo de Cristo.
Por la consagración se realiza la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Bajo las especies consagradas del pan y del vino, Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad. (Catecismo Párrafo 1413.)
Richard a punto de entrar a la Iglesia para decir Misa.
Sin embargo, cuando uno estudia estas afirmaciones a la luz de la verdad Bíblica, uno pronto descubre que estas afirmaciones tan atractivas no son más que la antigua tentación de buscar obtener la vida en las sustancias físicas. Tales enseñanzas caen bajo la maldición eterna por pervertir el Evangelio de Cristo. Los Sacerdotes católicos implementan los caminos seductores presentados por el Vaticano. La Iglesia Católica enseña que estos sacerdotes
« han recibido un poder que Dios no ha dado ni a los ángeles, ni a los arcángeles [...] Dios sanciona allá arriba todo lo que los sacerdotes hagan aquí abajo» (Catecismo, Párrafo 983)
Richard de Sacerdote en su última parroquia
Sin embargo, en la era del Nuevo Testamento los que están designados para guiar el rebaño del Señor son los pastores y ancianos. No existen sacerdotes en el Nuevo Testamento. En el verdadero cuerpo de Cristo, aquellos que están ordenados como ancianos y diáconos siguen siendo simplemente hermanos dentro del mismo cuerpo y el único Maestro es Cristo Jesús el Señor. Como el Señor mismo declaró,
“Uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.” (Mateo 23:8)
Los católicos que su vida bajo la jurisdicción de la Iglesia tienen un largo camino que recorrer, pasando por el Sacrificio de la Misa, los sacramentos, las buenas obras, el mérito, la veneración de María y de los Santos. Cada uno está obligado a participar de los sacramentos para poder morir en un estado de gracia que le permita ser salva, o por lo menos para ir al purgatorio durante un tiempo. Incluso desde un punto de vista natural, uno se pregunta cómo puede un católico tener esperanza alguna. El sacrificio de la misa y los sacramentos son tales que lo más que pueden prometer es un pseudo- infierno llamado purgatorio.
Es hora de que los que realmente aman al Señor y la verdad de la Biblia demuestren de qué lado están. El Señor les manda a los creyentes no solamente que tengan fe, sino también que contiendan ardientemente por la fe. El gran mandamiento que el Señor Jesús dio de anunciar el Evangelio está dirigido a todo aquel que se llama a sí mismo cristiano. ¡La confirmación de su evangelio de verdad, basada exclusivamente en su Palabra es responsabilidad de cada persona que lleva el nombre de cristiano! El Señor mismo les advirtió a los creyentes acerca de “falsos Cristos” (Mateo 24:24); Pedro advirtió sobre “falsos maestros” (2 Pedro 2:1); Pablo advirtió sobre los “lobos” en medio el rebaño (Hechos 20:29). Los apóstatas no existieron solamente entre los cristianos primitivos. Estas advertencias son válidas para nosotros tanto como lo fueron para ellos.
El Señor puso en evidencia a los fariseos por tratar de establecer su propia justicia (Mateo 15:1-9; Romanos 10:3), invalidando así la palabra escrita. De la misma manera, los creyentes de hoy deben oponerse al sistema apóstata católico – y a los que están de su lado – porque ese sistema oficialmente contradice las gloriosas verdades del Dios Santísimo. La salvación de las almas está en juego.
El Señor confrontó a los fariseos sinceros y devotos con una palabra muy fuerte. El Señor les dijo a esos fariseos,
Si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. (Juan 8:24)
Al igual que los fariseos, muchos católicos en el presente acuden a sus sacerdotes. Y al igual que los fariseos, los católicos que persisten en acudir a sus sacerdotes en busca de ayuda espiritual morirán en sus pecados. El Señor Jesucristo murió en el lugar del creyente verdadero. Sólo su vida y su sacrificio consumado son el rescate por el creyente.
El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. (Marcos 10:45)
Este fue el precio requerido por el Dios Santísimo para satisfacer su justicia al perdonar los pecados. Como resultado de este pago, el que verdaderamente cree sólo en Cristo Jesús es liberado del pecado y de Satanás.
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. (Romanos 6:23)
Por la gracia de Dios, esto fue lo que yo hice después de 48 años como católico, y 22 años como sacerdote. No hay poder ni salvación en ningún sacerdote católico. Sin embargo, nos alegramos de que Dios es todopoderoso y de que hay buenas noticias para todos los que están muertos en delitos y pecados (Efesios 2). A la luz de la Palabra de Dios, sabemos que el evangelio de Cristo es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (Romanos 1:16). Por naturaleza somos todos hijos de ira, y en la práctica somos rebeldes al Señor Dios y a su Palabra. La ley justa y perfecta de Dios nos condenó a todos y el Señor Dios no tiene la responsabilidad de rescatar a ninguno de nosotros de su justo enojo. A pesar de nuestra naturaleza pecaminosa y de nuestro pecado personal, el Señor Dios ha dado a su Hijo amado para todos los verdaderos creyentes. Dios es el ser absolutamente Santo. Su santidad es el factor distintivo de todas sus características esenciales. Esta es la razón por la que nosotros necesitamos estar justificados delante del único Dios Santísimo, bajo los términos que él prescribe. Vuélvase a Dios con la fe sola para obtener la salvación que sólo él puede dar, por medio de la convicción del Espíritu Santo, basada en la muerte y resurrección de Cristo, y crea sólo en él, para alabanza de la gloria de su gracia. La comprensión del Evangelio nos hace proclamar con gratitud:
No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, Sino a tu nombre da gloria,
Por tu misericordia, por tu verdad.
(Salmo 115:1)
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